A estas alturas, cuando un estadio completo ovaciona la banda en la que participo como vocalista(lo digo sin orgullo desmesurado), me parece que las personas son totalmente cínicas y doble estándar; quiero decir, hace algunos años yo era muy similar a lo que soy hoy: mis ojos estaban igual de delineados, cantaba en el mismo falsete, mi chaqueta no era menos fluorescente y mis pantalones me apretaban las piernas de la misma forma, sin embargo, los gritos que oigo ahora desde mi camarín no era de ovación, precisamente. Ellos eran sino de desprecio y de burlas por lo monstruoso que les parecía mi personaje.
Salgo a escena y el foco se enciende para destacarme de los músicos. Los gritos y aplausos de hace algunos segundos atrás se multiplican exponencialmente. Suena el primer acorde de la noche.
-"Montón de sucios gilipollas" -susurro sin acercar el micrófono en mi boca.
Jamás he confesado esto pero no creo en mi fans. ¿Qué pasa con el montón de Freddies que caminan por las calles sin tener un escenario de apoyo para enfrentar la vida?
Ejercicio de producción escrita para el ramo de "Formación de habilidades de comunicación oral".
Pedagogía en Castellano, nivel 100. Año 2015.
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