Quisiera que mi última noche fuera ésta. Caer en sueños por última vez. Que la risa del principito fuera mi reloj despertador.
Ésta es una de esas noches en las que desprecio la vida terrenal. En las que quisiera ser un ánima.
Quisiera dejar de sentirme así. Pero no puedo. No puedo olvidar la angustia que me daba entrar a esa sala de clases. Que mis compañeros me encontraran cada día un defecto nuevo y se aseguraran de que yo lo supiera y lo recordara para siempre.
Me acuerdo y se me contraen las entrañas, al igual que cuando tenía 12 años.
Pero no. No. Sé que mañana será otro día.